Limpiando el ritmo con la suela de los dientes, impertinentes pasos que olvidan mi destino. Atino a la oreja al ver por donde camino, me animo a perderme en la locura de los sueños. Dueños de centavos bien lavados son millones, sillones que atienden mis espasmos contenidos. Servidos los esquemas de la cotidiana vida, fría de calores los colores del deshecho. Techos no nos sobran y abundamos pocos cielos, cleros que nos rezan a un Dios que no encuentro. Centro de fatigas con el lomo como hormigas, vigas de petroleo sin el oleo sin el lienzo. Incienso de ternura, las premuras en los días. Espías camuflados enterrados en el bardo. Pardo 33 no hay redoblona en el sorteo, mareo de los litros que salvaron mi pellejo. Y el cambio dicen que los deforma. No hay son, evocación que no supere el pedestal. El campo viste pero a escondidas. No hay sol, matices donde te puedas camuflar. Hilando fino con la mugre de mis dientes. Clientes, vasos y un sorbito para el vino. Castigo al cuerpo en lo que importa de la mente y el subconsciente encerrado en mis libros. Vidrios que no cortan la presión de los versos, erizos que no miden el temblor de los huesos. Sesos mal cebados como un mate bien lavado, lago en lo eterno y el externo me hace tragos. Dardos por empeño aterrizan en el centro, entro y no me salgo sobran mil apostadores. Cuento perdedores vagando por rincones, bienes seguidores los motores del progreso. Hoy no se habla de eso, hoy no se habla de esto. A nadie le importa lo que pasa en el resto. Fábricas de nada compradas por mentiras, corre la palabra buscada por la rima.